El renacer tras la DANA en Paiporta

El renacer tras la DANA en Paiporta
Ramón, Inés, Amparo, Javi, Álvaro y Belén (de izquierda a derecha), seis meses después de la DANA

29 de octubre de 2024. Los vecinos de Paiporta vuelven a casa después de trabajar, bajan a tirar la basura, caminan por las calles con las bolsas de la compra y recogen a sus hijos del colegio. 

Pero, no es un día como cualquier otro, lo que antes era suelo se convierte en agua en cuestión de segundos. Nadie entiende lo que está sucediendo, vuelven a casa rápidamente, pero muchos, se quedan por el camino, se ven sumergidos, impotentes, inmovilizados. Ya no hay vuelta atrás, ni recuerdan porque estaban en la calle, todas las banalidades del día a día se olvidan, dejando paso al instinto de supervivencia.

Mientras tanto, los “afortunados” que están en sus casas, intentan ayudar desde la seguridad del hogar, sin saber dónde estarán sus padres, hermanos, abuelos, parejas, amigos, vecinos…

Muchos arriesgan su vida por salvar a un vecino que antes no conocían, acogen en sus casas a todo el que pueden… En este escenario apocalíptico lleno de gritos de ayuda, dolor y desesperación, suena una alarma, un pitido ensordecedor, un alarido. 

20:11 horas, para muchos ya es tarde.

20:11 horas

Eva está en casa tranquilamente cuando comienza a escuchar el alboroto de sus vecinos, está lloviendo y para evitar que su garaje se inunde como otras veces, deciden sacar los coches. Baja en pijama y aunque no está segura de qué hacer se sienta al volante, sin embargo, no tiene tiempo de decidir, el agua lo hace por ella, y le arrastra fuera.

Sin poder controlar la situación, dando volantazos y haciendo todas las maniobras posibles, su coche llega hasta la esquina de la calle. Los vecinos, asustados desde la ventana, le gritan: “¡¡no vayas al barranco, ahí si que te vas a morir!!

Por suerte, su coche se queda atascado en una señal y deja de flotar a la deriva. No hay tiempo que perder, el agua sigue ascendiendo, le llega a la cintura. Eva sale como puede del coche y un vecino le sujeta para caminar juntos hasta casa.

Todavía con el miedo en el cuerpo, se mete en la cama, sigue en shock por lo que ha sucedido. En ese momento suena un pitido ensordecedor. 20:11 horas, la alarma llega tarde.

El garaje de Eva seis meses después de la DANA
El garaje de Eva seis meses después de la DANA

Javi está trabajando, sin utilizar apenas el teléfono, y ajenos a la realidad, él y sus compañeros reciben información a cuentagotas.

Al principio solo saben que está lloviendo muy fuerte y que hay algunas infraestructuras dañadas. No le dan importancia. Pero conforme avanzan las horas ven que la situación se agrava, ya hay heridos y fallecidos. “La cosa comienza a ponerse turbia”, piensa Javi. 

Intenta localizar a Amparo, su mujer, pero no le coge el teléfono. El nerviosismo se apodera de él, hasta que finalmente Amparo le devuelve la llamada. Le dice que está bien y que no se preocupe, pero no pueden hablar más, porque la llamada se corta.

A las 22 h Javi sale del trabajo, las carreteras están colapsadas, tiene que quedarse a dormir en un polígono industrial de Silla. A la mañana siguiente, vuelve como puede a Paiporta y se encuentra con el pueblo devastado.

Amparo está volviendo del trabajo, el metro no funciona, así que su jefe se ofrece a llevarle en coche a casa. Cuando llegan a la entrada de Paiporta, Amparo le dice que no se preocupe que continúa ella andando. 

A pie, decide cruzar el barranco, cuando un hombre intenta impedírselo, “¡se está derrumbando el metro, no pases por ahí!”, le dice. Y juntos, retroceden. El agua comienza a subir, Amparo se sitúa en una esquina que estaba en alto y ante sus ojos pasan ruedas, contenedores y todo tipo de objetos. El vecino, que se había ido a ayudar a otra persona, vuelve con Amparo y juntos de nuevo deciden cruzar.

Mientras tanto, Amparo se encuentra a Ramón y a Álvaro, un padre y un hijo que han ido a ayudar a la madre de Ramón, una anciana en silla de ruedas que no puede salir de su casa porque se está inundando. No obstante, la fuerza del agua les impide continuar, y un vecino que ve la situación desde su casa, les da cobijo. Les ha salvado la vida.

Minutos más tarde, Amparo sigue intentando avanzar, y Belén e Inés, la mujer e hija de Ramón, le abren las puertas de su casa. Amparo llama a Javi, le dice que está a salvo, que no se preocupe y no pueden hablar más, la llamada se corta. 

Ramón y Belén están en su casa en Paiporta, junto a sus hijos Álvaro e Inés. Como Belén está enferma, Inés ha vuelto antes de la universidad para cuidarla. Más allá del malestar de Belén, la familia nota que algo está sucediendo, el agua inunda las calles, la tragedia comienza a tomar forma.

Belén preocupada, le dice a su marido que vaya a por su suegra y su hijo Álvaro, un joven con diversidad funcional, le acompaña. 

Las horas pasan y como Belén e Inés no tienen noticias de su familia salen a la calle, el escenario que se encuentran es apocalíptico. El barranco está desbordado, el agua arrastrando a los coches y los vecinos pidiendo ayuda. Cuando vuelven a casa, se encuentran con Amparo, esta les dice que no se preocupen, que ha visto a Ramón, a su madre y a Álvaro entrar a casa de un vecino y que están todos bien.

Sin poder hacer nada más, las tres entran en casa e intentan calmarse. El pueblo se queda sin luz, desde el balcón ven a gente subida a los coches pidiendo ayuda. Ayudan a José, un vecino más que estaba en la calle, y con mucho esfuerzo, le abren las puertas de casa, mientras el torrente de agua se mueve con ira.

Sin embargo, no todos corren la misma suerte. Ya desde casa, observan impotentes como el agua se lleva a un anciano que estaba pidiendo auxilio. No han podido ayudarle. «Esta escena la recordaré toda la vida», dice Belén.

¿Y después qué?

Eva amanece un día después aturdida, todavía no comprende lo qué ha sucedido, está sola y no tiene con quién hablar. Por suerte, puede comunicarse con los vecinos por el balcón, estos le preguntan si está bien, ya que han visto su coche flotando por la calle.

Las horas pasan y Eva sigue incomunicada, no sabe si sus padres, también vecinos de Paiporta, estarán bien… Sin embargo, esa tarde suenan unos golpes en su puerta, extrañada va a abrir, y se encuentra con su padre y su hermano que habían ido a verla y a llevarle agua, cuenta emocionada.

Ya más aliviada, sabiendo que su familia está bien, comienzan los días de trabajo incansable. «Aunque parezca curioso, los vecinos normalizamos una situación totalmente anómala. Nada más levantarnos nos poníamos las botas y nos íbamos a limpiar, a intentar conseguir alimentos y a ayudar a quién podíamos. No pensábamos más, vivíamos en automático», explica Eva.

Eva señala hasta donde llegó el agua en su garaje el día de la DANA
Eva señala hasta donde llegó el agua en su garaje

También cuenta como esos primeros días fueron los voluntarios los que ayudaron sin cesar a los vecinos. «Un hombre me llamó a la puerta y me dijo: soy José Ángel, tu voluntario». A pesar de las buenas intenciones de estos voluntarios, «faltaba mucha coordinación», afirma. Asimismo, no fue hasta la visita del Rey cuando se materializó la ayuda por parte de las instituciones. 

Belén se despierta la mañana siguiente con energías renovadas, la adrenalina de la noche anterior le hace olvidar el virus gastrointestinal que padecía y se pone tras los fogones para cocinar todo lo que puede y ayudar a los afectados. No obstante, hay una nueva complicación, ha contagiado a sus hijos Álvaro e Inés el virus, y con la ayuda de unos militares se trasladan hasta Valencia para ir al hospital. El regreso a Paiporta se convierte en una odisea cuando, recién salidos del hospital, sin medios para volver a casa, deben pernoctar en un hotel de las afueras de Valencia. Pasan 48 horas críticas: enfermos, con pocas provisiones e incomunicados de su familia.

Finalmente, Belén, Inés y Álvaro vuelven a Paiporta y se reencuentran con Ramón y su madre. Pero, al ver la estampa del pueblo devastado, la angustia de Álvaro incrementa, está traumatizado por el shock de la DANA, ha perdido el habla y no entiende la situación. A los días madre e hijo se marchan a Albal, un pueblo vecino no tan afectado por la riada, para intentar que Álvaro se calme y vuelva a la normalidad. «Era muy difícil explicarle lo que estaba sucediendo, Solo decía agua, agua… Las personas con diversidad funcional han sido las grandes olvidadas en esta tragedia», cuenta con dolor Belén. 

Mientras tanto, en los días posteriores al fatídico 29 de octubre, Amparo y Javi – ya juntos de nuevo- abastecen un local vacío, al que apodan cariñosamente como “El Badulaque”, con alimentos que consiguen en sus desplazamientos a Valencia. Pero, la generosidad de esta joven pareja no es compartida por todos los habitantes de Paiporta, «teníamos que hacer guardias para proteger la comida, hasta los cuerpos de seguridad nos alertaban del aumento de robos. Sin duda, estas tragedias sacan lo mejor de la gente… y también lo peor», afirma con enfado Amparo. 

La pareja cuenta que hasta el cuarto día tras la DANA no vieron a los cuerpos del estado en Paiporta. Javi, ex militar, afirma que sus compañeros que todavía ejercen la profesión, «estaban deseando ayudar, pero les faltaba la orden para ponerse en marcha». «Si a esta gente le das potestad para trabajar por el pueblo, ellos trabajan por el pueblo y este sale adelante en tiempo récord», opina Javier con orgullo.

6 meses después

Paiporta seis meses después de la riada
Paiporta seis meses después de la riada

Medio año después de ese inolvidable 29 de octubre, los supervivientes reconstruyen su vida como pueden. Todavía están presentes los ecos del pasado, en el ambiente, en las caras de la gente… Pero, esa resiliencia que caracteriza a los humanos les lleva a continuar luchando para que su vida vuelva a la normalidad.

Eva, autónoma, ha podido continuar con su negocio. A pesar de que trabaja con un gran número de empresas afectadas por la DANA, la mayoría han podido retomar su actividad. «En mi caso, recibí las ayudas por ser autónoma y la del consorcio, ambas me llegaron bastante rápido, así que estoy contenta. Pero, sí que es cierto que si mi prima no me hubiese dejado su coche no habría podido desplazarme», explica Eva.

Eva en su calle, seis meses después de la DANA
Eva en su calle, seis meses después de la DANA

Además, según explica Eva, a través del canal de Whatsapp del Ayuntamiento de Paiporta, cada día anuncian los negocios que abren de nuevo.

Canal de Whatsapp del ayuntamiento de Paiporta informando sobre la DANA
Canal de Whatsapp del ayuntamiento de Paiporta

Sin embargo, no todos han corrido la misma suerte, tal y como explica Ramón, «mi amigo Dani, montó una carnicería con una gran inversión inicial y, ahora, con 56 años no puede asumir el coste que ha supuesto la DANA». Son muchos negocios los que han tenido que cerrar sus persianas porque es inasumible para ellos continuar su actividad

«Gran parte de los servicios que el pueblo tenía los ha perdido con la DANA y no los va a poder recuperar. Todavía vas caminando por Paiporta y encuentras bajos llenos de barro», secunda Amparo.

Un bajo de Paiporta, seis meses después de la DANA
Un bajo de Paiporta, seis meses después de la DANA
Un garaje en Paiporta, seis meses después de la riada
Un garaje en Paiporta, seis meses después de la DANA

Otras de sus preocupaciones, es caer en el olvido, «como sucedió con otros desastres naturales como El volcán de La Palma». Según explica Amparo, sí que han recibido las ayudas de la Generalitat pero las ayudas estatales todavía no le han llegado a nadie. «Está pasando el tiempo y en vez de ver cómo los políticos se echan las culpas unos a otros, queremos soluciones. Realmente, hemos sido los vecinos y voluntarios los que nos hemos ayudado desde el principio».

Un cartel que agradece a los voluntarios

El único daño no es económico, sino que la mayor parte de las secuelas de la DANA son psicológicas. «Cuando me preguntan cómo estoy, les digo que estoy viva. Cuando has visto tantas muertes y tanto dolor, damos prioridad a vivir. Ahora mismo, necesitamos ayuda psicológica, porque lo que hemos vivido no vamos a olvidarlo tan fácilmente», opina Belén con lágrimas en los ojos.

Asimismo, personas jóvenes como Inés, temen que la DANA afecte a su futuro. «Como persona de 25 años, después de haber pasado también por el COVID, me preguntaba qué va a pasar con mis estudios, con mi futuro y con mi vida, cómo se va a solucionar todo esto, porque ha pasado medio año y todavía no hemos vuelto a la normalidad».

No obstante, estas tragedias también sacan a relucir el lado más solidario de las personas. Los entrevistados coinciden en que fue maravilloso y memorable como la gente de toda España se volcó para ayudar a estos pueblos y vecinos afectados.

Un cartel que agradece a los voluntarios

A la pregunta de qué podemos seguir haciendo por ellos, Javi responde que ya hemos hecho suficiente, que ahora les toca a las autoridades asumir su papel y actuar de verdad. 

«Aunque esta tragedia formará parte de nuestras vidas para siempre, me quedo con las ganas de revivir, de disfrutar. Con el renacer de la vida», finaliza Eva. 

Andrea Navarro

Periodista con más de tres años experiencia en medios de comunicación, agencias y corporaciones.

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